viernes, 7 de agosto de 2009

Y de pronto la lluvia...



Un manto de nubes chispeando electricidad cabalgaba desde el mar. Hubiera echado a correr para guarecerme del aguacero que se avecinaba, pero las palabras de aquel individuo empezaban a hacer su efecto. Me temblaban las manos y las ideas. Alcé la vista y vi el temporal derramarse como manchas de sangre negra entre las nubes...

Intenté apretar el paso, pero la inquietud me carcomía por dentro y caminaba perseguido por el aguacero con pies y piernas de plomo.
Un trueno descargó cerca, rugiendo como un dragón enfilando la bocana del puerto, y sentí el suelo temblar bajo mis pies.

Penumbras



Cuando llegué a la calle todavía llevaba su rostro, su voz y su olor clavados en el alma.
Al enfilar la calle Canuda me embistió una brisa helada que cortaba el bullicio. Agradecí el aire frio en el rostro y me encaminé hacia la Universidad. Al cruzar las Ramblas me abrí paso hasta la calle Tallers y me perdí en su angosto cañón de penumbras, pensando que había quedado atrapado en aquel comedor oscuro en el que imaginaba a Núria Monfort sentada a solas en la sombra, con los ojos envenenados de lágrimas.